La motivación que necesitas para emprender tu negocio a través del dropshipping
Muchas veces nos preguntamos si seremos capaces de emprender un negocio, si estamos preparados/as para iniciar esa aventura, os traigo un cuento que quizás os ayude a decidiros y os motive, puede y de hecho lo es una historia real, quizás no con en esta profesión pero seguro que en otras, más aún en estos tiempo que corren en los que la crisis está haciendo agudizar el ingenio.
Cuenta que en aquel pueblo no habia profesión más mal vista que la de portero del prostíbulo, además de peor pagado, pero que otra cosa podía hacer aquella persona. No había aprendido nunca a escribir ni a leer, no tenía ninguna actividad u oficio anterior, de hecho aquel puesto de trabajo había pasado de generación en generación, antes que él había sido portero su padre y antes su abuelo. Al igual que el dueño del prostíbulo que había sido pasado de padres a hijos, cuando murió el viejo dueño, lo heredó su hijo con una visión mucho más moderna del negocio y empezó a hacer grandes cambios.
Reunió a todo el personal para explicarle su visión del negocio y para darles a cada uno las nuevas tareas que deberían desempeñar, así cuando llegó al portero le dijo – tendrás que preparar un diario de actividades donde apuntarás las parejas que entran al día, a uno de cada 5 clientes les harás una encuesta de satisfacción, y una vez por semana me presentarás los resultados con los comentarios que tu creas necesarios.
– Me encantaría poder hacerlo – dijo el portero – pero no se escribir ni leer.
– Cuanto lo siento – no lo dejó terminar el nuevo jefe – pero siendo así tendré que despedirle, le daremos una indemnización por los años trabajados para que pueda buscarse otro oficio, mientras encuentra otra cosa, que tenga buena suerte.
Y ahí dejó al portero, imagináos a este hombre que no conocía otra cosa, pensando que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Llegó a su casa por primera vez en su vida, sin nada que hacer, parado.
Se acordó que cuando trabajaba en el prostíbulo, de vez en cuando surgían algunos problemas con las tuberías o con las puertas y era el quien lo arreglaba todo, era un manitas, quizás esa pudiese ser su profesión a partir de ahora, al menos mientras encontraba algo mejor. Empezó a rebuscar por su casa herramientas pero a penas encontró unos clavos oxidados y unos alicates rotos. Pensó que con el dinero de la indemnización podría comprar una caja de herramientas y así poder empezar, usaría una parte de ese dinero.
En su calle se enteró que no existía ferretería en el pueblo, así que tendría que ir al pueblo más cercano con este negocio que estaba a dos días de viaje en burro. Así lo hizo, que más daba si no tenía nada mejor que hacer. Emprendío la marcha y a su regreso después de 4 días tenía una caja de herramientas nuevas, repleta con todo lo necesario, no le dió tiempo a dejarla en el suelo de su salón cuando llamaron a su puerta, era su vecino.
– Vengo a preguntarte si tienes un martillo para prestarme – dijo su vecino
– Mire, acabo de comprarlo, pero lo necesito para trabajar, ahora que no tengo empleo…
– Yo se lo devolveré mañana bien temprano – volvió a decir su vecino y este hombre se lo prestó.
A la mañana siguiente, a la hora acordada apareció de nuevo el vecino y le dijo:
– Aún no acabé la tarea, sigo necesitando el martillo, ¿por qué no me lo vende?
– No puedo – dijo este hombre – yo lo necesito para trabajar y la ferretería más cercana está a 2 días de viaje.
– Hagamos un trato – dijo el vecino – yo le pagaré esos dos días de ida, más los dos días de vuelta y algo más por cada herramienta que elija, para que usted saque algo de beneficio, yo no puedo perder 4 días de viaje, pero usted al estar parado, podría hacerlo.
Nada más irse ese vecino apareció otro que le preguntó:
– Hola vecino, uste le vendío el martillo a nuestro amigo, yo necesitaría algunas herramientas, me las podría vender.
Aquel ex-portero abrió la caja de herramientas y su vecino eligió varios artículos más, le pagó su vecino y se fue. En su mente le daba vuelta la frase «no todos disponemos de cuatro días para emprender un viaje».
Si eso era verdad, habría más gente como su vecino que tampoco se podría permitir ir a la ferretería, podrían necesitar que él viajase. Así que en el siguiente viaje decidió arriesgar un poco más y traer herramientas de más, así ahorraría tiempo de viajes.
La voz se corrió por el barrio, luego por el pueblo, muchos quisieron evitarse ese viaje. Ahora una vez por semana este hombre viajaba y comprarba todo lo que sus vecinos necesitaban.
Pronto entendió que si encontraba un lugar donde almacenar esas herramientas, podría ahorrar mucho en viajes y en dinero. Alquiló un pequeño almacén, luego le hizo una entrada más cómoda y unas semanas después un escaparate para mostrar las herramientas. En un mes abrió la primera ferretería del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su negocio.
Ya no tenía que viajar, era tan buen cliente que le enviaban los pedidos, con el tiempo compradores de otros pueblos cercanos empezaron a venir a su ferretería a comprar.
Un día se le ocurrió que si convencía a su amigo el tornero a que le fabricase la cabeza de los martillos y luego por qué no, también los clavos, las tenazas, los cinceles, los tornillos…
Por no alargar mucho este cuento, sucedió que en 10 años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario mejor valorado y más rico de la región. Tanto dinero tenía que decidió donar a su pueblo la construcción de una escuela, donde se enseñase además de leer y escribir a los oficios más prácticos y necesarios de esa época.
El alcalde y muchos vecinos del pueblo organizaron una fiesta de inauguración de la escuela y una gran cena para su fundador. Cuando estaban en los postres el alcalde entregó las llaves de la ciudad y le dijo:
– Es un orgullo para este pueblo su acción para montar la primera escuela del pueblo, ¿nos concede el gran honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de la nueva escuela?.
– El honor sería mio – dijo aquel hombre – creo que nada me gustaría más que firmar en ese libro, pero yo no se ni leer ni escribir, soy analfabeto.
– ¿Cómo puede ser? – dijo el alcalde, no acababa de creérselo.
– ¿Usted no sabe ni leer ni escribir?. ¿Pero si usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? – Dijo asombrado – ¿Qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?
– Yo se lo puedo contestar – dijo aquel hombre con calma – ¡Si yo hubiera sabido leer y escribir, … ahora sería portero del prostíbulo!.
Y aquí acaba el cuento, muchos pensaréis que es solo un cuento, pero os puedo asegurar que eso ocurre en la vida real, durante toda mi vida laboral, yo he conocido empresarios de éxito que por cuestiones del destino no pudieron aprender, o tenían una base muy pequeña de educación, pero que se empeñaron en montar su negocio, en apostar por algo que les llenaba, les motivaba y al final consiguieron hacer de eso su profesión.
Si os fijáis hay muchos paralelismos entre este cuento y el dropshipping.
Por un lado, este hombre descubre un nicho de mercado y apuesta por él, al principio poco a poco, localiza un mayorista y empieza a vender solo lo que le compran, es decir no almacena.
Por otro lado, es muy parecido a lo que hacemos con las tiendas online, mucha gente de pueblos o incluso de ciudad, no se puden permitir coger el coche y desplazarse a un centro comercial o a una tienda especializada a comprar ciertos productos, bien porque no dispongan de ese tiempo por razones de movilidad, trabajo, etc… O porque no les merezca la pena por el gasto que puede conllevar ese desplazamiento, gastos en combustible, aparcamientos, más el tiempo que se pierde en ir al lugar de la compra, localizar un aparcamiento, etc…
También como comento a muchas de las personas que me preguntan, ¿qué productos vender?, yo siempre contesto lo mismo, busca, en primer lugar algo que te guste, algo con lo que te sientas cómodo, ya sea porque hayas trabajado en ese sector o porque sea tu hobbie y conozcas del tema. Será mucho más fácil para ti luego defender esos artículos y productos cuando surjan preguntas de los clientes a la hora de comprar. Este hombre del cuento hizo lo mismo, se acordó que era un manitas y decidió empezar por las herramientas que el sabía que se le daban bien.
Creo que es un cuento bastante motivante y que puede abrir los ojos y también esperanzas a muchas personas que están indecisas.
Espero que os haya gustado y ojalá os ayude a todos los que estáis pensando emprender un negocio.
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Me ha gustado mucho el articulo, gracias por el aporte.
Gracias a ti Juan. Un saludo